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os Lencas, un pueblo indígena de Honduras, creen que en el comienzo del mundo no había humanos en la tierra, solo animales. Luego, se hizo una alianza entre el corazón del cielo y el corazón de la tierra.

Salvador Zúñiga, fundador de COPINH y el ex esposo de Berta Cáceres, explica que en la tradición Lenca, la gran Madre y el gran Padre bautizaron a los animales para sellar la alianza, y los animales se hicieron humanos. Solo el mono eligió mantener su forma animal, y se convirtió en un pícaro y ladrón. Como parte de la alianza, los humanos hicieron un pacto que en su nueva forma se cuidaría la Madre Tierra.

Después del bautismo, el arcángel San Miguel caminó a lo largo del agua del manto de la tierra y con cada paso, un rayo cayó a la tierra llevando un ángel. Diez ángeles cayeron, pero cuando llegó el momento de regresar al cielo, solo quedó uno. El ángel Desiderio se quedó para vigilar la tierra y responsabilizar a los humanos de su alianza.


El ángel Desiderio se quedó para vigilar la tierra y responsabilizar a los humanos de su alianza. // Ilustración kirstin Garrison

Restauración de la Alianza

El compromiso de cuidar a la tierra es central para la cosmovisión de la gente Lenca. Sus creencias religiosas se basen de esta responsabilidad y hoy la cosmovisión continúa alimentando el activismo de la gente Lenca.

Según Zúñiga, fue entendiendo esta relación íntima entre los derechos ambientales y los derechos indígenas que él, Cáceres y otros activistas unieron varias organizaciones sociales para crear el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas (COPINH) en 1994, la organización a través de la cual Berta Cáceres luchaba contra la discriminación y la explotación hasta su asesinato en 2016.

Se formó COPINH como un punto de referencia", dice Zúñiga, "Uniendo diferentes organizaciones sociales para luchar por dos cosas: la defensa de la ecología – la defensa de los bosques, los ríos, las aguas – pero también para rescatar la cultura y los derechos indígenas”.

A principios de la década de 1990, los activistas hondureños, incluidos Cáceres y Zúñiga, habían sido testigos de un cambio en el clima social y político del continente. La Guerra Fría había terminado, y el activismo en Centroamérica pasó de una resistencia violenta a estrategias de cambios pacificas a estructuras existentes.

La comunidad indígena comenzó a ganar reconocimiento mundial cuando Rigoberta Menchú de Guatemala ganó el Premio Nobel de la Paz en 1992, y nuevamente en 1994 cuando las Naciones Unidas declararon el 9 de agosto como el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo.

Zúñiga dice que él y otros activistas observaban emerger movimientos continentales de activistas indígenas y negros, como los zapatistas en México, y se inspiraron para reclamar el movimiento indígena en Honduras.

Los fundadores de COPINH vieron una gran oportunidad para un movimiento nuevo, efectivo y no violento. Se pusieron manos a la obra, priorizaron las voces de los indígenas y educaron al resto de la población hondureña sobre las luchas que enfrentaban las comunidades indígenas.

El 27 de marzo de 1993, se fundó COPINH con Olayo Méndez como su primer coordinador. Zúñiga actuó como secretaria, y Berta Cáceres, según Pascualita Vázquez, una antigua miembro de COPINH, fue la coordinadora de los Derechos de la Mujer. En ese momento, Zuniga tenía 24 años y Berta solo tenía 18. Zúñiga registró los primeros minutos de COPINH en una libreta, y los ha mantenido hasta hoy.

En 1994, apenas un año después de que comenzara, la movilización del COPINH contra la deforestación resultó en el cierre de 36 fábricas de madera. El mismo año, COPINH luchó por el reconocimiento de las comunidades indígenas como municipios oficiales de Honduras. El primer municipio fundado fue San Fransisco de Opalaca, una pequeña área de tierra en el occidente de Honduras intercalada entre dos reservas naturales.

La incidencia de COPINH logró propulsar la creación del Fiscal Especial de Grupos Étnicos y Patrimonio Cultural, una rama del Ministerio Público que se encarga de proteger a las minorías étnicas y el patrimonio arqueológico y cultural; así como PRONEA – el Programa Nacional de Educación Indígena, un programa del Ministerio de Educación que promueve el derecho de educación para las comunidades indígenas.

COPINH también creó su propio programa educativo en comunidades indígenas como parte de sus esfuerzos para rescatar la cultura indígena.

Ahora hay estudios para recuperar el idioma", dice Pasucalita Vázquez, miembro de COPINH desde hace mucho tiempo. "Perdimos la ropa [Lenca], perdimos mucho. Ahora los hombres no llevan [bolsas Lencas tradicionales], llevan maletines. Estamos perdiendo todo, y el gobierno dice que no somos Lenca”.


La madre tierra // Ilustración kirstin Garrison

Vázquez explica que poco después de que COPINH comenzará, sus representantes comenzaron a viajar a las comunidades Lencas para dar talleres sobre la identidad Lenca. Ella recuerda a Berta Cáceres al frente de uno de los primeros talleres sobre métodos tradicionales de cosecha y rituales religiosos.

El rescate de la cultura Lenca creó una cobertura de protección para la gente. Según el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, que fue ratificado en Honduras en 1989, el gobierno debe respetar los derechos de propiedad de los grupos indígenas sobre la tierra que tradicionalmente han ocupado, así como los reclamos indígenas sobre el valor cultural y espiritual de la tierra y sus recursos naturales.

La cosmovisión del pueblo lenca se centra en gran medida en la responsabilidad de los Lencas de proteger las tierras, las aguas, la flora y la fauna de la Madre Tierra. Al enseñar los valores de Lenca a una nueva generación, COPINH y otros activistas de derechos indígenas aseguran que la responsabilidad de Lenca de proteger la tierra debe seguir siendo respetada y protegida por el gobierno hondureño.

 

La Cosmovisión Lenca

El ángel Desiderio permaneció en la tierra para vivir en el pecho de la Madre Tierra y recordarles a los humanos su pacto. Si los humanos destruyen la tierra en la búsqueda egoísta de riqueza, romperán su alianza con la gran Madre y el Padre y la humanidad también será destruida.

La elección de los humanos se refleja en el nagual, o representante animal, que suele ser retratado como mitad jaguar y mitad hombre.

El nagual nos acompaña, y cuando hacemos algo malo, también lo hace el nagual", dice Zúñiga. "Cuando hacemos algo bueno, el nagual hace [algo bueno] también. Cuando el nagual muere, morimos. Si morimos, el nagual muere. Es una relación armoniosa con los animales y por esa razón, los animales no pueden extinguirse. Si lo hacen, nuestros naguales mueren, y sin el nagual, no somos nada”.

Para demostrarle a la Madre Tierra que han mantenido su alianza para protegerla, la gente Lenca sacrifica sus primeros frutos a Desiderio. Recogen nueve buitres, nueve peces, nueve elotes, nueve granos de cacao y un pavo como ofrenda.


El Nagual, representante animal, que suele ser retratado como mitad jaguar y mitad hombre. // Ilustración kirstin Garrison

Zúñiga explica que, por los nueve ángeles que regresaron al cielo después de caer a la tierra, el número nueve es importante en la cosmovisión Lenca. Su importancia está representada en los nueve meses de gestación, los nueve días que le toma al maíz cultivar hojas, los nueve días de duelo y en los nueve meses que el alma de una persona permanece en la tierra antes de unirse a los ancestros.

Cuando el ángel Desiderio recibe la ofrenda de las primeras frutas, la alianza se mantiene. Sin la oferta, la alianza se rompe, y Desiderio traerá desastres naturales para plagar a la gente, como deslizamientos de tierra y tormentas. La ofrenda es también un signo de gratitud a la Madre por su provisión o una oración por una buena cosecha.

La Madre Tierra designó protectores específicos para sus ríos. Las niñas son guardianes del río. La cigüeña representa su espíritu, y le recuerda a la gente que presente la ofrenda de los primeros frutos para la protección de los ríos y las criaturas que habitan los ríos.

Zúñiga explica que los Lencas creen que los ríos, como el río Gualacarque donde DESA comenzó a construir la represa de Agua Zarca, se consideran sagrados, y proteger los ríos es parte de la alianza Lenca con la Madre Tierra para cuidarla.

"La cosmovisión dice que los ríos son sagrados y necesarios para los peces y para el lavado", dice Zúñiga. "Las represas han llegado y, por un lado, han acaparado los ríos y, para otro, han generado división en la comunidad. Han generado violencia y asesinato.”

La cosmovisión de Lenca para proteger la naturaleza, incluso los animales, las plantas y los ríos, también protege al pueblo Lenca y sus recursos naturales según el Acuerdo 169 de la OIT. Su propiedad de la tierra y sus creencias religiosas hacia la tierra otorgan a Lenca el derecho de ser consultados antes de cualquier proyecto potencialmente dañino, como represas o fábricas de madera, puedan gastar sus recursos naturales.

La lucha para restaurar su antigua cosmovisión es también, entonces, una lucha para proteger su cultura, sus tierras y sus recursos de hoy.

"Esta es la cultura Lenca que nuestros antepasados ​​nos dieron," dice Pascualita. "No vamos a perderlo."